Fue por eso, que ella, la muy turra, me preguntó por mi última novia. El subtítulo, ahí, sobre sus tetas chiquitas –porque hasta tetas chicas, tiene, no sé cómo hizo para engatusar a mi hermano, la ves y no das dos mangos, supongo que debe hacer unos petes de novela, vos viste que todas las turras son buenas peteras-, ahí, encima de la blusa que debe salir como un millón de dólares –bueno, está bien, exagero un poco, pero vos los ves vestidos a cualquiera de los dos y te pensás que toda la pilcha se cotiza en bolsa-, ahí, los subtítulos decían estás solo, seguro que te peleaste también con la última. Es inteligentísima, la turra, y tenía que serlo para haber engatusado a Pablito, para haberlo alejado de lo que más deseaba en el mundo. Y si yo quería ganarle tenía que ser más inteligente, más rápido que ella, no darle espacio a esa lengua de víbora que tiene. Entonces le retruqué no me peleé, terminamos en buenos términos, ella entiende que para mí la música es lo más importante. Y mamá asentía con la cabeza, y comentaba que yo había compuesto un tema muy lindo –que, la verdad, era una sorpresa para su cumpleaños, pero como yo estaba fumado y ella había vuelto temprano del laburo ni me avivé de que me escuchaba hasta que terminé de tocarlo y ella aplaudió-. Y cuando yo le respondí a ella lo codeé a mi hermano, como para que me mirase, para que me viese el pecho, para que leyera los subtítulos que decían vos también tuviste una época en la que la música era lo más importante. Claro, ahí la conchuda de mi cuñada me preguntó por el tema tan lindo, dijo así, y ese tema tan lindo, remarcó el tan lindo que había dicho mi vieja, y remató con en cuál radio lo van a pasar. Lo que decían, los subtítulos arriba de sus tetas chicas, era vos no ganás un peso, sos un fracasado. Y como te decía, la mina es muy inteligente, porque enseguida le revolvió los pelos a Miguelito y dijo avisanos en qué radio sale así lo escuchamos todos, pero en verdad con los subtítulos me estaba diciendo es un chico y hay que mantenerlo, nunca podrías tener un hijo si no ganás plata. Y qué querés que te diga, ahí hociqueé un poco. Me faltó reacción. Hasta pude ver a mi hermano que negaba con la cabeza, hasta pude leer sus subtítulos que decían cierto que renuncié a la música por esto, por la vida en familia. Para mí que la suerte ya estaba echada ahí, pero no me podía rendir. Entonces le dije que en verdad se trataba de un tema romántico, que era para que lo escuchasen ellos dos solos, cuando en verdad mis subtítulos decían si es que acaso ustedes dos siguen cogiendo. Ahí Pablito abrió los ojos, y los subtítulos en su pecho, encima de la corbata, dijeron la última vez fue hace más de un mes. Entonces volví a codearlo y le pregunté si se acordaba de cuando él hacía temas románticos, pero mis subtítulos decían te acordás cuando estabas con un montón de minitas por fin de semana. Y él dijo sí, claro que me acuerdo, aunque sus subtítulos dijeron sí, claro que me acuerdo de la pendeja que tenía aritos hasta en el orto, de la rubia que te galopaba y gritaba que ibas a ser sólo de ella y que si aparecía otra te iba a matar, de la depresiva que en vez de gemir lloraba, de la chifladita que te empezaba a contar en el medio del polvo todos los chabones con los que había cogido, de las hermanas Kamikaze que te agarraban siempre de a dos. Imaginate la cara de mi cuñada, cuando leyó esos subtítulos. Yo creo que si podía me mataba ahí mismo. Y más cuando le pregunté a mi hermano si nunca había pensado en componer otro tema romántico, aunque fuera para su señora, y mis subtítulos decían si nunca pensaste en largar todo a la mierda. Mi vieja, que seguía sin enterarse de nada, dijo que sería muy lindo que Pablito y yo compusiéramos un tema juntos, que quizás sería lindo que aprovechásemos la cena para tocar ahí mismo. Ahí mismo, ¿entendés? Y mi hermano, después de unos minutos en que la turra de mi cuñada me contaba lo buenas que habían estado sus vacaciones, lo buena que había estado la última fiesta en el countrie, lo buena que había estado la cena la última vez que habían ido a Puerto Madero, todo siempre con el mismo subtítulo para mi hermano, mirá todo lo que ganaste y todo lo que podés perder, mi hermano, después de eso, te decía, me dijo la verdad que nunca pensé en volver a componer un tema, estoy en otra cosa. Y te juro que cuando me miró aunque lo miré a los ojos pude leer en su pecho que los subtítulos gritaban sí, claro que lo pensé, boludo. Para entonces era una batalla campal. Mi cuñada tiraba con toda la artillería: muebles, electrodomésticos, pilchas, aumentos de sueldo, clientes con los que se codeaban. Yo recordaba Cemento, el Parakultural, la Nave Jungla. Pablito, te lo juro, se hacía cada vez más chico. Se le reducía la cabeza como si lo hubiese agarrado una tribu de jíbaros. El pecho se le desinflaba. Ya no quedaba nada, del tipo que había entrado canchero y le importaba tres carajos del cumpleaños de su vieja, de su familia, de sus sueños. Mi vieja sopló las velitas, le cantamos el feliz cumpleaños. Mi hermano lo hizo en voz baja, nada que ver a cuando cantaba con sus bandas, aunque si escuchabas bien, si prestabas atención, algo quedaba de ese tono que derretía hasta a las monjas, que te hacía pensar que ese chabón dejaba la vida arriba del escenario y después la pasaba a buscar cuando el recital había terminado. Cuando mi vieja insistió con que yo tocara el piano y Pablito cantase para recordar los buenos tiempos, mi cuñada se mandó para el dormitorio de mamá y agarró su saco y el de mi hermano, y dijo que tenían que irse porque el viernes trabajaban desde temprano. Claro, los subtítulos decían ni muerta te permito que me destruyas todo lo que construí, la familia que me armé. Porque ella debe creer eso, que armó algo, en vez de destruir tanto. En los brazos de Pablito, el nene ya cabeceaba. Y me jugué el todo por el todo. Le pregunté en serio que no querés que toquemos al menos un tema. Me miró, miró a la mujer, y dijo en serio. Aunque, si le prestabas atención, en realidad dijo no puedo. Y entonces se fue.