Lo que pasa es que la gente, cuando te habla, no necesariamente te quiere decir eso que te dice. Hay gestos, o movimientos, o a veces el mismo tono te dice que lo que escuchás, las palabras que escuchás, no necesariamente son lo que te quieren decir. Ponele yo, ahora, que te digo esto, ¿qué te quiero decir? Que tengo un ejemplo clarísimo, de eso que te digo. No sé, es como si, mientras me ves, mientras esperamos que nos traigan la birra, vos vieras, además, debajo de mí, ponele acá, a la altura del pecho, una líneas con la traducción de lo que te estoy diciendo. Como en las películas yanquis, que los tipos hablan en inglés y los subtítulos van apareciendo en castellano. Bueno, cuando la gente habla deberían aparecer esos subtítulos. Bueno, no deberían, pero es como si aparecieran, porque, como te digo, la gente, cuando te habla, no necesariamente te dice lo quiere decirte. Ponele mi hermano, lo que pasó con mi hermano. ¿Vos lo conociste, a Pablito? Tenías que verlo, de pendejo armaba una banda atrás de la otra, era mi ídolo, yo lo seguía a todos lados, iba de plomo y ellos después me tiraban alguna minita. Pero no nos perdamos en las minitas, por más que las minitas sean una perdición. Vayamos a lo que te decía, a eso de qué quiere decir la gente cuando te habla. Y ponele lo que pasó con mi hermano, que tiene que ver con eso de que las minitas son una perdición. El jueves pasado era el cumpleaños de mi vieja y se le ocurrió hacer la cena justo el día del cumpleaños, ni uno antes ni uno después. Yo le dije que sesenta años no se cumplen muchas veces, que lo mejor era armar un festejo el sábado siguiente –porque vos viste que festejar antes de tiempo es mufa, y en eso tanto mi vieja como yo somos cabuleros-. Pero nada, ella quería que fuese ese mismo jueves. Y, la verdad, mi vieja, que es separada desde que yo tenía tres meses y Pablito tres años, siempre fue muy grossa con nosotros: nos tuvo de pendeja, mi viejo se borró, y ella se la bancó solita. Bueno, solita no, la ayudaron mucho mis abuelos, los padres de ella, pero mis abuelos ya no están, y ella es hija única, por lo que su familia, lo que se dice su familia, somos Pablito y yo. Hay un par de primas de ella, por ahí, pero la verdad que es mejor perderlas que encontrarlas. Y entonces, en un día así, en sus sesenta años, los que teníamos que hacernos cargo de que fuera un día inolvidable para mi vieja éramos mi hermano y yo. ¿Podés creer que cuando le dije que estaría bueno que le preparásemos un desayuno sorpresa a mi vieja, Pablito agarra y me pone como excusa que tenía una reunión en el laburo? Bueno, ahí tenés un ejemplo clarito de lo que te decía. La gente, cuando te dice algo, a veces te está diciendo algo más.
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