miércoles, 24 de septiembre de 2008

Lo que pasa es que la gente no dice lo que dice (3)

No sé, empezó a discutir con los otros chicos de la banda acerca de que recaudaban poco, de que él no tenía guita para salir, que no quería vivir para siempre con mi vieja. Cosas en las que nunca se había fijado, ¿entendés? Me dolió en el alma, cuando largó Guarango. Y más me dolió cuando, sin él, la banda se desarmó. Después llamé a los chicos para proponerles armar otra cosa, para decirles que yo podía reemplazar a Pablito. Lo intentamos. Con el tiempo, descubrí que las bandas no son para mí. Soy un solista nato. Y me puse a componer, a tocar en las plazas, en el subte… Bueno, pero todo eso vos ya lo sabés, para qué te voy a contar. La cosa es que el jueves pasado, mientras saludaba a mi cuñada, cuando ella me dijo hola Goyito, cómo te va yo leí clarito el subtítulo: él es mío. No sé cómo carajo, pero hasta entonces no me había dado cuenta. Ella había sido la groupie de la banda que lo había apartado de la música, ella había sido la que le había roto las pelotas con que si querían vivir juntos alguna vez iban a necesitar plata, la que lo había empujado a estudiar esa cosa de garcas, esa contabilidad de mierda. Ella lo había chupado, lo había transformado en otra cosa. Ella hizo de mi hermano mayor un hijo de puta que ni siquiera se preocupaba por el cumpleaños número sesenta de su vieja. Y me lo dijo con la mirada, cuando dijo hola Goyito cómo te va, con esa voz nasal, de pelotuda, de careta pelotuda. Él es mío, me dijo. Yo me quedé duro como granadero de Casa Rosada. Cuando Pablito largó todo, pensé que se había vuelto loco, o que se había deprimido. Que se le había caído una maceta en la cabeza, había pensado, esas cosas. Andá a saber qué se le pasa a la gente por la cabeza. Y ahí, el jueves pasado, mientras Pablito y su señora entraban en casa, mientras mi vieja los saludaba con un abrazo y medio que lloraba y le agradecía otra vez por los sillones, me di cuenta de muchas cosas. Todo al mismo tiempo. No sé, fue como si ese instante fuera muchos instantes, como si ahí se juntara todo el pasado, toda la comprensión del pasado, y las posibilidades que se abrían para el futuro. Porque, me dije ahí, en ese momento, mientras Pablito dejaba en el piso a Miguelito y el pendejo empezaba a correr por el comedor, me dije, ahí, te decía, que si ella lo había chupado era porque la esencia de mi hermano era la música. La música, loco, la música. Por las venas de mi hermano corría música, loco, y esa conchuda había transformado el arte en guita.

0 comentarios: