Mi hermano, cuando me dijo que tenía una reunión en el laburo, en verdad me estaba diciendo que mi vieja le chupaba un huevo, que se cagaba en el cumpleaños de mi vieja. Y peor: ni siquiera quiso acompañarme cuando le dije que teníamos que hacerle un regalo especial, que podíamos ir a la feria del Tigre a comprar unos sillones artesanales que a mi vieja le habían gustado. Eran los sesenta años, loco, no era cualquier fecha, ¿me entendés? Y bueno, aunque parece fácil, Pablito no entendía. Con cada excusa, aparecían los mismos subtítulos: el cumpleaños me chupa un huevo, la vieja me chupa un huevo. Obvio que en un momento agarró y me dijo que, como yo no laburaba, podía comprar las cosas y él después me daba su parte. Pero ahí, lo que me estaba diciendo, era que yo me rasco las bolas y que él es un tipo ocupado. Mirá, te juro que no lo mandé a cagar porque Dios es grande, porque mi vieja se moría, si nos peleábamos, o si le cagábamos el cumpleaños. Por eso, no le dije nada, y fui a comprarle los sillones, que los trajeron a casa a eso de las nueve de la mañana. Yo me había acostado a la cinco y me despertó el timbre, cuando me levanté mi vieja gritaba, loca de contenta con la sorpresa. Enseguida, lo llamó a Pablito para agradecerle. ¿Podés creer que fui tan pelotudo de escribir en la tarjeta de parte de Pablito y Goyito, que lo puse primero a él? Y mi vieja lo llamó y le agradeció primero a él. No sé, ella es así. Se muere por mi hermano, se le cae la baba. Cualquier cosa que él haga está bien. Cuando tocaba en cuanta banda se le ocurría, mi vieja le decía a todas sus amigas que Pablito era talentosísimo, y cuando largó la música para estudiar contabilidad le decía a todas sus amigas que Pablito era muy responsable, y cuando Pablito se casó le decía a todas sus amigas que él iba a ser el primero en hacerla abuela. Siempre, estuvo orgullosa de él. Y él no sólo no fue capaz de ir conmigo al Tigre, sino que tampoco quiso ir esa mañana a casa para darle la sorpresa del desayuno. Encima a la cena llegó como media hora tarde. Cuando sonó el timbre, mi vieja me dijo que terminara de ordenar todo, que habían llegado Pablito y su mujer. Mi hermano la abrazó y le dijo feliz cumple, viejita. Pero no le estaba diciendo eso, lo que estaba diciendo es ponete contenta que vine un día de semana, ¿entendés? Porque, ahora, él es un tipo muy ocupado y te lo recuerda todo el tiempo. Que no puede ir a comprar regalos, que no puede dar una sorpresa. Y tenés que ver cómo se viste, los trajes que usa. De marca, brillosos, lustraditos. Cada pilcha tiene el subtítulo yo soy un tipo importante. No, en verdad el subtítulo soy un cuarentón exitoso. Porque ésa es la otra, con Pablito: todo el tiempo te refriega lo bien que le va. A mi vieja para que se lo cuente a las amigas, a mí para recordarme que estoy sin laburo, que la música es algo poco serio. Pero él fue quien me metió en la música, él fue el que me hizo soñar con una banda propia, con estudiar guitarra, después piano. Y él, te lo juro, era un bajista de puta madre, y la voz que tenía… Las minitas se meaban, cuando él cantaba. Pero, como te decía, las minitas pueden ser una perdición. Lo enganchó una de las groupies que seguían a la banda que él había armado en aquel entonces, Guarango, y ahí empezó a cambiar.
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