lunes, 6 de octubre de 2008

Invitados


Estarán:
Pablo Alí
Ana Cecchi
Hernán Vanoli
Diego Grillo Trubba
Mariela Ghenadenik
Félix Bruzzone
Julián Urman

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Lo que pasa es que la gente no dice lo que dice (y 5)

Fue por eso, que ella, la muy turra, me preguntó por mi última novia. El subtítulo, ahí, sobre sus tetas chiquitas –porque hasta tetas chicas, tiene, no sé cómo hizo para engatusar a mi hermano, la ves y no das dos mangos, supongo que debe hacer unos petes de novela, vos viste que todas las turras son buenas peteras-, ahí, encima de la blusa que debe salir como un millón de dólares –bueno, está bien, exagero un poco, pero vos los ves vestidos a cualquiera de los dos y te pensás que toda la pilcha se cotiza en bolsa-, ahí, los subtítulos decían estás solo, seguro que te peleaste también con la última. Es inteligentísima, la turra, y tenía que serlo para haber engatusado a Pablito, para haberlo alejado de lo que más deseaba en el mundo. Y si yo quería ganarle tenía que ser más inteligente, más rápido que ella, no darle espacio a esa lengua de víbora que tiene. Entonces le retruqué no me peleé, terminamos en buenos términos, ella entiende que para mí la música es lo más importante. Y mamá asentía con la cabeza, y comentaba que yo había compuesto un tema muy lindo –que, la verdad, era una sorpresa para su cumpleaños, pero como yo estaba fumado y ella había vuelto temprano del laburo ni me avivé de que me escuchaba hasta que terminé de tocarlo y ella aplaudió-. Y cuando yo le respondí a ella lo codeé a mi hermano, como para que me mirase, para que me viese el pecho, para que leyera los subtítulos que decían vos también tuviste una época en la que la música era lo más importante. Claro, ahí la conchuda de mi cuñada me preguntó por el tema tan lindo, dijo así, y ese tema tan lindo, remarcó el tan lindo que había dicho mi vieja, y remató con en cuál radio lo van a pasar. Lo que decían, los subtítulos arriba de sus tetas chicas, era vos no ganás un peso, sos un fracasado. Y como te decía, la mina es muy inteligente, porque enseguida le revolvió los pelos a Miguelito y dijo avisanos en qué radio sale así lo escuchamos todos, pero en verdad con los subtítulos me estaba diciendo es un chico y hay que mantenerlo, nunca podrías tener un hijo si no ganás plata. Y qué querés que te diga, ahí hociqueé un poco. Me faltó reacción. Hasta pude ver a mi hermano que negaba con la cabeza, hasta pude leer sus subtítulos que decían cierto que renuncié a la música por esto, por la vida en familia. Para mí que la suerte ya estaba echada ahí, pero no me podía rendir. Entonces le dije que en verdad se trataba de un tema romántico, que era para que lo escuchasen ellos dos solos, cuando en verdad mis subtítulos decían si es que acaso ustedes dos siguen cogiendo. Ahí Pablito abrió los ojos, y los subtítulos en su pecho, encima de la corbata, dijeron la última vez fue hace más de un mes. Entonces volví a codearlo y le pregunté si se acordaba de cuando él hacía temas románticos, pero mis subtítulos decían te acordás cuando estabas con un montón de minitas por fin de semana. Y él dijo sí, claro que me acuerdo, aunque sus subtítulos dijeron sí, claro que me acuerdo de la pendeja que tenía aritos hasta en el orto, de la rubia que te galopaba y gritaba que ibas a ser sólo de ella y que si aparecía otra te iba a matar, de la depresiva que en vez de gemir lloraba, de la chifladita que te empezaba a contar en el medio del polvo todos los chabones con los que había cogido, de las hermanas Kamikaze que te agarraban siempre de a dos. Imaginate la cara de mi cuñada, cuando leyó esos subtítulos. Yo creo que si podía me mataba ahí mismo. Y más cuando le pregunté a mi hermano si nunca había pensado en componer otro tema romántico, aunque fuera para su señora, y mis subtítulos decían si nunca pensaste en largar todo a la mierda. Mi vieja, que seguía sin enterarse de nada, dijo que sería muy lindo que Pablito y yo compusiéramos un tema juntos, que quizás sería lindo que aprovechásemos la cena para tocar ahí mismo. Ahí mismo, ¿entendés? Y mi hermano, después de unos minutos en que la turra de mi cuñada me contaba lo buenas que habían estado sus vacaciones, lo buena que había estado la última fiesta en el countrie, lo buena que había estado la cena la última vez que habían ido a Puerto Madero, todo siempre con el mismo subtítulo para mi hermano, mirá todo lo que ganaste y todo lo que podés perder, mi hermano, después de eso, te decía, me dijo la verdad que nunca pensé en volver a componer un tema, estoy en otra cosa. Y te juro que cuando me miró aunque lo miré a los ojos pude leer en su pecho que los subtítulos gritaban sí, claro que lo pensé, boludo. Para entonces era una batalla campal. Mi cuñada tiraba con toda la artillería: muebles, electrodomésticos, pilchas, aumentos de sueldo, clientes con los que se codeaban. Yo recordaba Cemento, el Parakultural, la Nave Jungla. Pablito, te lo juro, se hacía cada vez más chico. Se le reducía la cabeza como si lo hubiese agarrado una tribu de jíbaros. El pecho se le desinflaba. Ya no quedaba nada, del tipo que había entrado canchero y le importaba tres carajos del cumpleaños de su vieja, de su familia, de sus sueños. Mi vieja sopló las velitas, le cantamos el feliz cumpleaños. Mi hermano lo hizo en voz baja, nada que ver a cuando cantaba con sus bandas, aunque si escuchabas bien, si prestabas atención, algo quedaba de ese tono que derretía hasta a las monjas, que te hacía pensar que ese chabón dejaba la vida arriba del escenario y después la pasaba a buscar cuando el recital había terminado. Cuando mi vieja insistió con que yo tocara el piano y Pablito cantase para recordar los buenos tiempos, mi cuñada se mandó para el dormitorio de mamá y agarró su saco y el de mi hermano, y dijo que tenían que irse porque el viernes trabajaban desde temprano. Claro, los subtítulos decían ni muerta te permito que me destruyas todo lo que construí, la familia que me armé. Porque ella debe creer eso, que armó algo, en vez de destruir tanto. En los brazos de Pablito, el nene ya cabeceaba. Y me jugué el todo por el todo. Le pregunté en serio que no querés que toquemos al menos un tema. Me miró, miró a la mujer, y dijo en serio. Aunque, si le prestabas atención, en realidad dijo no puedo. Y entonces se fue.

Lo que pasa es que la gente no dice lo que dice (4)

Ya te digo: las minitas pueden ser la perdición, y sino lo tenías que ver a mi hermano… ¿Sabés lo que podrías hacer, para comprobar esto que te digo? Agarrá una foto de Pablito a los veintipico, arriba del escenario, pura adrenalina, puro carisma, y otra de ahora, ponele la foto que nos sacamos después, para recordar el cumpleaños de mi vieja. Es como el antes y el después en esos avisos de las dietas: no es la misma persona, hubo una transformación tan grande que no es la misma persona, si hasta en una foto está con cara de ojete y en la otra es pura sonrisa. Claro que con él era al revés: él era pura sonrisa antes, y después se convirtió en eso que criticaba en sus canciones. Si tenías que verlo, cuando descorchó una botella de vino, cuando ya estábamos en la mesa, y se puso a oler el vaso y dijo riquísimo. Lo que decía, el subtítulo, era yo hice un curso de degustación, yo soy importante. ¿Y a mí qué carajo me vas a correr con eso de saber de vino, si puedo tomarme cuatro birras de litro al hilo? Además, loco, yo ya me había dado cuenta, el flash ya había estado, ahí, a mí ya no me engañaba con esa carita de culo roto: yo ya sabía que él era infeliz, ¿entendés? Y yo ya sabía otra cosa, y de eso me había dado cuenta en el mismo momento, de cómo la mina lo había chupado, de lo infeliz que era. Yo sabía que si algo lo había sacado de su camino, entonces algo lo podía devolver a su vocación. Y yo sabía que el mejor regalo que podía hacerle a mi vieja era que Pablito fuese feliz, pero que fuese feliz hasta en los subtítulos. La cosa era simple: tenía que hacer mierda a mi cuñada. Pero hacerla mierda como ella debía haber hecho mierda a mi hermano. Porque estoy seguro de que la turra no le debe haber dicho voy a cagarte la vida, voy a arrancarte el corazón, voy a sacarte la música del alma. No señor. La mina debe haberle dicho otras cosas, mientras que el subtítulo… ¿me entendés?. El tema es que no siempre estamos en condiciones de ver los subtítulos de la vida, y Pablito, de enamorado, de pelotudo que estaba, no los había visto. Enamorarte de una mina es como estar en la fila uno del cine en la trasnoche del sábado: la pantalla es inmensa, y tenés que elegir si mirás a los actores o si leés los subtítulos. Y si estás enamorado elegís mirar a los ojos de la minita, y no llegás a ver los subtítulos a la altura del pecho, ¿entendés? Y entonces los subtítulos te envuelven, se te meten, escondidos. Ponele mi vieja: estoy seguro de que ella se había avivado de que a esa altura del partido su cumpleaños, a Pablito, le chupaba un huevo y medio, algo tenía que haber percibido. Pero lo quería tanto que lo miraba a los ojos. Y como te digo: a veces, si mirás a los ojos nada más, te perdés del cuadro completo. Pero yo ya no me perdía, y cuando mi hermano dijo eso de que el vino estaba riquísimo y el subtítulo dijo yo hice un curso de degustación, yo soy importante, agarré y le pregunté te acordás cuando tomábamos birra hasta que salía el sol, después de los recitales. Y lo dije mirándola a mi cuñada, no a mi hermano. La miré a ella, y el subtítulo en mi pecho decía cagaste, turra, voy a rescatar a mi hermano. Ella me miró hecha una furia, se dio cuenta enseguida. Mi vieja, pobre, ni se enteró: aplaudió, riéndose, y dijo que se acordaba cuando Pablito y yo llegábamos totalmente en pedo a la mañana, y ella nos tenía que meter a los dos en la cama. Mi hermano me dijo sí que me acuerdo, y lo dijo con los ojos clavados en la bandeja con milanesas a la napolitana, que mi vieja había hecho especialmente para él. Y lo que dijeron los subtítulos de mi hermano fue sí me acuerdo aunque me había olvidado. Ahí se desató el quilombo. Digo, si alguien grababa la charla durante la cena y después la escuchaba, no se hubiese dado cuenta. Pero si estabas ahí sí. Bueno, no necesariamente: mi vieja seguía en la suya, contenta por los sillones, porque estuviéramos todos juntos, por su cumpleaños número sesenta. Y Miguelito es muy nene, tiene cinco añitos, qué se iba a enterar. Pero mi cuñada, Pablito y yo sí que nos dimos cuenta. Cómo no íbamos a darnos cuenta, si se estaba jugando el futuro de mi hermano.

Lo que pasa es que la gente no dice lo que dice (3)

No sé, empezó a discutir con los otros chicos de la banda acerca de que recaudaban poco, de que él no tenía guita para salir, que no quería vivir para siempre con mi vieja. Cosas en las que nunca se había fijado, ¿entendés? Me dolió en el alma, cuando largó Guarango. Y más me dolió cuando, sin él, la banda se desarmó. Después llamé a los chicos para proponerles armar otra cosa, para decirles que yo podía reemplazar a Pablito. Lo intentamos. Con el tiempo, descubrí que las bandas no son para mí. Soy un solista nato. Y me puse a componer, a tocar en las plazas, en el subte… Bueno, pero todo eso vos ya lo sabés, para qué te voy a contar. La cosa es que el jueves pasado, mientras saludaba a mi cuñada, cuando ella me dijo hola Goyito, cómo te va yo leí clarito el subtítulo: él es mío. No sé cómo carajo, pero hasta entonces no me había dado cuenta. Ella había sido la groupie de la banda que lo había apartado de la música, ella había sido la que le había roto las pelotas con que si querían vivir juntos alguna vez iban a necesitar plata, la que lo había empujado a estudiar esa cosa de garcas, esa contabilidad de mierda. Ella lo había chupado, lo había transformado en otra cosa. Ella hizo de mi hermano mayor un hijo de puta que ni siquiera se preocupaba por el cumpleaños número sesenta de su vieja. Y me lo dijo con la mirada, cuando dijo hola Goyito cómo te va, con esa voz nasal, de pelotuda, de careta pelotuda. Él es mío, me dijo. Yo me quedé duro como granadero de Casa Rosada. Cuando Pablito largó todo, pensé que se había vuelto loco, o que se había deprimido. Que se le había caído una maceta en la cabeza, había pensado, esas cosas. Andá a saber qué se le pasa a la gente por la cabeza. Y ahí, el jueves pasado, mientras Pablito y su señora entraban en casa, mientras mi vieja los saludaba con un abrazo y medio que lloraba y le agradecía otra vez por los sillones, me di cuenta de muchas cosas. Todo al mismo tiempo. No sé, fue como si ese instante fuera muchos instantes, como si ahí se juntara todo el pasado, toda la comprensión del pasado, y las posibilidades que se abrían para el futuro. Porque, me dije ahí, en ese momento, mientras Pablito dejaba en el piso a Miguelito y el pendejo empezaba a correr por el comedor, me dije, ahí, te decía, que si ella lo había chupado era porque la esencia de mi hermano era la música. La música, loco, la música. Por las venas de mi hermano corría música, loco, y esa conchuda había transformado el arte en guita.

Lo que pasa es que la gente no dice lo que dice (2)

Mi hermano, cuando me dijo que tenía una reunión en el laburo, en verdad me estaba diciendo que mi vieja le chupaba un huevo, que se cagaba en el cumpleaños de mi vieja. Y peor: ni siquiera quiso acompañarme cuando le dije que teníamos que hacerle un regalo especial, que podíamos ir a la feria del Tigre a comprar unos sillones artesanales que a mi vieja le habían gustado. Eran los sesenta años, loco, no era cualquier fecha, ¿me entendés? Y bueno, aunque parece fácil, Pablito no entendía. Con cada excusa, aparecían los mismos subtítulos: el cumpleaños me chupa un huevo, la vieja me chupa un huevo. Obvio que en un momento agarró y me dijo que, como yo no laburaba, podía comprar las cosas y él después me daba su parte. Pero ahí, lo que me estaba diciendo, era que yo me rasco las bolas y que él es un tipo ocupado. Mirá, te juro que no lo mandé a cagar porque Dios es grande, porque mi vieja se moría, si nos peleábamos, o si le cagábamos el cumpleaños. Por eso, no le dije nada, y fui a comprarle los sillones, que los trajeron a casa a eso de las nueve de la mañana. Yo me había acostado a la cinco y me despertó el timbre, cuando me levanté mi vieja gritaba, loca de contenta con la sorpresa. Enseguida, lo llamó a Pablito para agradecerle. ¿Podés creer que fui tan pelotudo de escribir en la tarjeta de parte de Pablito y Goyito, que lo puse primero a él? Y mi vieja lo llamó y le agradeció primero a él. No sé, ella es así. Se muere por mi hermano, se le cae la baba. Cualquier cosa que él haga está bien. Cuando tocaba en cuanta banda se le ocurría, mi vieja le decía a todas sus amigas que Pablito era talentosísimo, y cuando largó la música para estudiar contabilidad le decía a todas sus amigas que Pablito era muy responsable, y cuando Pablito se casó le decía a todas sus amigas que él iba a ser el primero en hacerla abuela. Siempre, estuvo orgullosa de él. Y él no sólo no fue capaz de ir conmigo al Tigre, sino que tampoco quiso ir esa mañana a casa para darle la sorpresa del desayuno. Encima a la cena llegó como media hora tarde. Cuando sonó el timbre, mi vieja me dijo que terminara de ordenar todo, que habían llegado Pablito y su mujer. Mi hermano la abrazó y le dijo feliz cumple, viejita. Pero no le estaba diciendo eso, lo que estaba diciendo es ponete contenta que vine un día de semana, ¿entendés? Porque, ahora, él es un tipo muy ocupado y te lo recuerda todo el tiempo. Que no puede ir a comprar regalos, que no puede dar una sorpresa. Y tenés que ver cómo se viste, los trajes que usa. De marca, brillosos, lustraditos. Cada pilcha tiene el subtítulo yo soy un tipo importante. No, en verdad el subtítulo soy un cuarentón exitoso. Porque ésa es la otra, con Pablito: todo el tiempo te refriega lo bien que le va. A mi vieja para que se lo cuente a las amigas, a mí para recordarme que estoy sin laburo, que la música es algo poco serio. Pero él fue quien me metió en la música, él fue el que me hizo soñar con una banda propia, con estudiar guitarra, después piano. Y él, te lo juro, era un bajista de puta madre, y la voz que tenía… Las minitas se meaban, cuando él cantaba. Pero, como te decía, las minitas pueden ser una perdición. Lo enganchó una de las groupies que seguían a la banda que él había armado en aquel entonces, Guarango, y ahí empezó a cambiar.

Lo que pasa es que la gente no dice lo que dice (1)

Lo que pasa es que la gente, cuando te habla, no necesariamente te quiere decir eso que te dice. Hay gestos, o movimientos, o a veces el mismo tono te dice que lo que escuchás, las palabras que escuchás, no necesariamente son lo que te quieren decir. Ponele yo, ahora, que te digo esto, ¿qué te quiero decir? Que tengo un ejemplo clarísimo, de eso que te digo. No sé, es como si, mientras me ves, mientras esperamos que nos traigan la birra, vos vieras, además, debajo de mí, ponele acá, a la altura del pecho, una líneas con la traducción de lo que te estoy diciendo. Como en las películas yanquis, que los tipos hablan en inglés y los subtítulos van apareciendo en castellano. Bueno, cuando la gente habla deberían aparecer esos subtítulos. Bueno, no deberían, pero es como si aparecieran, porque, como te digo, la gente, cuando te habla, no necesariamente te dice lo quiere decirte. Ponele mi hermano, lo que pasó con mi hermano. ¿Vos lo conociste, a Pablito? Tenías que verlo, de pendejo armaba una banda atrás de la otra, era mi ídolo, yo lo seguía a todos lados, iba de plomo y ellos después me tiraban alguna minita. Pero no nos perdamos en las minitas, por más que las minitas sean una perdición. Vayamos a lo que te decía, a eso de qué quiere decir la gente cuando te habla. Y ponele lo que pasó con mi hermano, que tiene que ver con eso de que las minitas son una perdición. El jueves pasado era el cumpleaños de mi vieja y se le ocurrió hacer la cena justo el día del cumpleaños, ni uno antes ni uno después. Yo le dije que sesenta años no se cumplen muchas veces, que lo mejor era armar un festejo el sábado siguiente –porque vos viste que festejar antes de tiempo es mufa, y en eso tanto mi vieja como yo somos cabuleros-. Pero nada, ella quería que fuese ese mismo jueves. Y, la verdad, mi vieja, que es separada desde que yo tenía tres meses y Pablito tres años, siempre fue muy grossa con nosotros: nos tuvo de pendeja, mi viejo se borró, y ella se la bancó solita. Bueno, solita no, la ayudaron mucho mis abuelos, los padres de ella, pero mis abuelos ya no están, y ella es hija única, por lo que su familia, lo que se dice su familia, somos Pablito y yo. Hay un par de primas de ella, por ahí, pero la verdad que es mejor perderlas que encontrarlas. Y entonces, en un día así, en sus sesenta años, los que teníamos que hacernos cargo de que fuera un día inolvidable para mi vieja éramos mi hermano y yo. ¿Podés creer que cuando le dije que estaría bueno que le preparásemos un desayuno sorpresa a mi vieja, Pablito agarra y me pone como excusa que tenía una reunión en el laburo? Bueno, ahí tenés un ejemplo clarito de lo que te decía. La gente, cuando te dice algo, a veces te está diciendo algo más.

martes, 9 de septiembre de 2008

El sueño de Ridley Scott

Ser gladiador, desarrollar habilidades, comprar armas, luchar en la arena, partir en expediciones. Y todo gratarola, peleando contra otros miles online. ¿Dónde? Acá, en Gladiatus.